Autor
Hernández, María del Pilar
Descripción
<p>La añeja tradición de las monarquías de heredar el cargo público, representativo o no, se ha trasladado, solapadamente, a las democracias: México no es la excepción.</p><p><br />En un sistema de partido único los herederos del poder lo eran y lo son los hijos, esposas, sobrinos, primos en línea recta o colateral, sin importar el grado, lo que importa es permanecer de una u otra forma dentro del presupuesto, vivir fuera es vivir en el error.</p><p><br />La práctica fue cuestionada por los partidos de oposición en tanto no arribaron al ejercicio mismo del poder, todo es cuestión de tiempo, ahora es, también, su práctica recurrente. Hacer un recuento de los daños excedería este espacio, baste con señalar que desde 1934, 230 personas de 88 familias han acaparado 455 asientos del Congreso; por lo que hace a las elecciones 2018 ejemplos en la herencia de las candidaturas a los gobiernos de los estados son: Morelos, Puebla, Veracruz.</p><p><br />La democracia, inopinadamente, abre las puertas a la diversidad humana, ideológica y socioeconómica, es la representación misma, en la mayor medida, de la sociedad política de un país; sí … en fecto, pero la crisis de los partidos políticos en los 80´s los obligaron a poner el andamiaje partidario y su propia fuerza al servicio de los ciudadanos, bajo condición que contaran con un arraigo social que, en el cálculo, se convirtiese en votos y éstos en posiciones de representación: actores y actrices ingresan a la política, esto es la democracia.</p><p><br />La elección 2018 amplía la gama de candidatos, con la expectativa del éxito de aquellos otros que ya son parte de la nueva monarquía política mexicana: futbolistas, actores, periodistas, cantantes, medallistas olímpicos y hasta modelos de talla internacional.</p><p><br />Las democracias mueren por las reglas mismas de la democracia: mueren por aquellos que han resultado electos, Steven Levitzky y Daniel Zibilat (How democracies die, 2018), nos alertan, la lucha denodada de obtener y mantener el poder es el camino a la polarización y a la ruptura de las reglas del estado de derecho y la democracia, es un camino que una vez andado no tiene regreso. </p>
