Fecha
2018-06-02
Temas
Segundo debate
Descripción
<p><br />Los debates entre personas candidatas son muy importantes para las elecciones democráticas. Pero no cualquier tipo de debates. Hay algunos que, por su formato y ejecución no lo son. Algo así ocurrió en el pasado electoral mexicano, cuando los debates sólo aportaban al aburrimiento nacional o a la promoción de algún ocurrente candidato o singular edecán. Ahora, es preciso evitar esa situación, sobre todo ante la epidemia de debatitis aguditis que aqueja a la República. Para ello, aquí algunas ideas:</p><p> </p><p> </p><ol><li>Los debates son para la ciudadanía, no sólo para los partidos y sus candidaturas (no nos hagamos bolas). Hemos equivocadamente valorado a los debates en sólo una de sus dimensiones: como instrumentos de campaña. Pensamos que sólo sirven para hacer bajar y subir tres o cuatro puntos porcentuales a las candidaturas en las encuestas (otro instrumento objeto de nuestro fetichismo pre-cívico) y nos olvidamos de su dimensión principal y primigenia: ser instrumentos de la ciudadanía para reflexionar y decidir su voto.</li><li> La cantidad no es calidad (ni la ley es Ley). La proliferación de debates (prácticamente los hay todos los días en alguna de las 30 entidades con elecciones coincidentes) no necesariamente ha contribuido a ofrecer a las personas información y contrastes para reflexionar y decidir su voto. Algunos han innovado su formato, ayudando a su propósito cívico. Pero la inmensa mayoría no lo han logrado y en varios de ellos no asisten las personas candidatas, supuestamente obligadas por ley a participar. Otra laguna donde la ley no es Ley. </li><li> El formato es fundamental (la forma es fondo). Los dos primeros debates presidenciales organizados por el INE demostraron lo conocido: “en política, la forma es fondo”. La flexibilización de un formato acartonado generó una expectativa y satisfacción ciudadana que, en millones de electores, dieron una buena noticia a la República: una autoridad (el INE) se llevaba el reconocimiento público favorable. El uso de las redes sociales, los sistemas digitales y el seguimiento interactivo de las personas que les hicieron “trending topic” con impuso “millennial” nos habla de una germinal apropiación del espacio público de los debates. Buena noticia. </li><li> Los post-debates no deben ser réplicas (segundas partes nunca fueron mejores). Otro síntoma de nuestra debatitis aguditis es la proliferación poco edificante de los llamados post-debates, que no son otra cosa que programas de televisión, radio y medios electrónicos donde representantes de las candidaturas van a decir lo mismo que las y los candidatos dijeron en el debate original. Segundas partes que tampoco son mejores, sino peores.</li><li> Las encuestas no siempre sirven (¿qué tanto es tantito?). Puede afirmarse que lo peor de las encuestas electorales ha sido efectiva y paulatinamente expulsado de los sondeos de preferencias durante las campañas y se ha ido a incrustar a las llamadas post-debate. No hay a cuál irle, sobre todo de las que se promueven, realizan y publican en Facebook y Twitter.</li></ol><p><br />Hay que ciudadanizarlos y apropiarnos del espacio público donde se realizan. Lo más importante es reconocer que el fenómeno del Hiperdebate y su correlativo sintomático de la debatitis aguditis en poco o nada contribuyen al debate cívico de las candidaturas. El Hiperdebate transforma al debate, magnificándolo y llevándolo a pretender ser y lograr cosas que no es ni están a su alcance y desvirtuándolo de lo que sí son o deben ser: instrumentos de las personas electoras para informarse, contrastar y formarse una opinión propia que sustente un voto libre y meditado, comprometido, cívico.</p><p> </p><p><br />Ahora hay que alentar las expresiones, sobre todo entre juventudes y medios electrónicos, por apropiarse del espacio público de los debates y contribuir a ciudadanizarlos en la medida en que las y los electores les hacen suyos y los usan. Enhorabuena, ¡he aquí la vacuna para nuestra afección! </p><p> </p><p> </p><p> </p><p> </p>