Descripción
<p> </p><p>El miércoles 27 de junio concluyen todas las campañas, sin importar si es presidencial, legislativa; federal o subnacional. Todas llegan a su fin. </p><p>Fueron 90 días – en algunos casos 60, en otros 45 o 30- completamente desangelados y sin conectar con la gente. Muchas cabezas pensando y pocas entendieron cómo llegar a la ciudadanía que a gritos desesperados pedía diagnósticos y soluciones a problemas reales.</p><p>Atestiguamos campañas llenas de ambigüedades, asistencialismo –expresión plena del populismo- sin querer reconocer que lo es y, principalmente, la falta de idea del rumbo que quieren para el país. No fue problema del diseño legal y las buenas o malas estrategias, sino en la falta de entendimiento de la política y el proceso electoral en su conjunto. Si vemos las campañas desde antes de su inicio e, incluso, desde el comienzo propio del proceso electoral entendemos lo que pasó. </p><p>La lucha propia por el poder tuvo repercusiones en la identidad política de los candidatos, es decir, las alianzas contranaturales tuvieron su efecto en los mensajes y estrategias de campañas. Una confusión plena al electorado. Por ejemplo, candidatos diciendo no al aborto, pero señalando que no se opondrían a los criterios de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y a lo que los Poderes Legislativos –Federal y locales- decidan sobre el tema. Ya no se entiende ¿Es un no pero sí?</p><p>Aunado a ello, se tuvieron oportunidades de posicionarse en temas que preocupan a los mexicanos y no se hizo. Muestra de ello fue el segundo debate presidencial, donde estando en un lugar apropiado –Tijuana- y con un tema de la región, no se planteó medida alguna para hacer frente a la política migratoria de los Estados Unidos. Era el momento de que miles de familias, por no decir millones de mexicanos, se sintieran identificados con quien los pudiera defender e, incluso, representar. Nada de eso pasó.</p><p>Además, el modelo de comunicación permitió que se transmitieran 30 millones de spots en radio y televisión, tres debates transmitidos a nivel nacional, mesas de diálogo y discusión y no ocurrió. Campañas que no trasmitieron sentimiento alguno en esa lluvia de comerciales y menciones pagadas por los ciudadanos.</p><p>Hoy sabemos cuántos idiomas hablan los candidatos, si saben tocar instrumentos musicales, si son ciudadanos postulados por partidos o por qué no debe gobernar uno de ellos. Faltaron propuestas claras y ciudadanas. Sin embargo, ¿Dónde está el contenido de las campañas? ¿Las propuestas? ¿Cómo resolverán la inseguridad, crimen organizado, el alza en precios y en el dólar, falta de empleos y de educación?</p><p>Sufrimos un olvidó ciudadano. Nadie se preocupó por saber los temas que más nos preocupan y como atenderlos. Cada uno defendiendo su causa sin saber cómo venderlo. Es como si una compañía refresquera sacará un nuevo producto sin conocer las necesidades de la gente, ni la forma de venderlo. </p><p>Esto parece más un concurso de popularidad o, en su caso, anti-popularidad, que la contienda por quien gobernará. Es cierto, no desconocemos que el sistema electoral puede influir en la forma en que se realicen las campañas, así como en la que se comporten las fuerzas políticas. Además, puede determinar el contexto, promover una fuerte competencia y la construcción de alianzas. Sin embargo, también alienta a los partidos a buscar bases de apoyo amplias y acomodarse a un gran abanico de intereses. </p><p>Parece que esta dinámica nos comió y nos quedamos en las campañas sin contenidos. </p><p>Ahora, llegó el tiempo de pensar y reflexionar nuestro voto. Lo peor que nos podría pasar es que el desánimo y desencanto por la democracia termine por arrollarnos y quitarnos una forma de gobierno que generaciones de mexicanos hemos construido.</p>
